Un trabajo con horario de jornada partida es así: Suena la alarma y te despiertas. Desayunas, te vistes y te vas a la oficina. Trabajas, trabajas y trabajas. Vuelves a casa, comes, te sientas un rato y vuelta a la oficina. Trabajas, trabajas y trabajas… Por fin acaba tu jornada y ya es tan tarde que apenas te da tiempo a cenar, preparar algunas cosas y a dormirte para madrugar al día siguiente.
El ritmo de vida en el que estamos inmersos en la actualidad gira alrededor de un trabajo con el que podamos pagar nuestras facturas y necesidades.
Ya no se trata de vivir la vida y ser feliz sino de trabajar para poder vivir, ya que sin un trabajo apenas podrás vivir una vida normal.
Vivir de esta manera no es vivir. Pasamos de lunes a viernes trabajando prácticamente todo el día para poder vivir (de verdad) el sábado y el domingo.
Cualquier persona debería poder aprovechar mejor sus días para hacer cosas que le hagan sentir bien y no pasar la mayoría de sus horas trabajando.
Alternativas a la jornada partida.
Pero debería hacerse políticas o acciones que fueran encaminadas a una mejora en la calidad de vida de las personas en este aspecto y pudieran, al menos, disfrutar de toda la tarde o toda la mañana para ellos y para sus cosas.
Es difícil para algunos trabajos o para algunos jefes cambiar el horario con el que han trabajado toda su vida, pero los tiempos cambian. Se necesita abandonar este pensamiento de empresas antiguas para elaborar un nuevo diseño de los horarios de los trabajadores encaminado a mejorar la calidad de vida de las personas (lo que se traduciría en una mejora de la productividad).
Reducir el horario también reduciría el sueldo, pero debemos encontrar el equilibrio entre trabajo que permita aprovechar el día en la vida privada y un sueldo que les permita vivir en condiciones.